sábado, 18 de abril de 2009

DÍA 13 - 15 DE ABRIL

De compras y de grandes emociones

Un nuevo día en Los Ángeles se presentaba ante nosotros, el último en esta ciudad. Por la mañana las chicas buscaron en Internet un buen outlet de los varios que hay en Los Ángeles mientras yo buscaba un cybercafé donde imprimir los tickets de entrada a Six Flags Magic Mountain. Sacando las entradas de este parque por Internet nos ahorrábamos 20 dólares y las colas de entrada, la oferta era bastante suculenta.

Antes de partir nos despedimos de nuestros compañeros de Alicante que partían esa misma mañana hacia Las Vegas. A las 11 estábamos en el coche camino del centro comercial Camarillo situado en Las Posas en la interestatal 5. Allí dejaríamos a las chicas y las recogeríamos sobre las 20. Entre Los Ángeles y este Outlet había más o menos una hora en coche, y entre el Outlet y Six Flags Great Mountain, otra hora, así que llegamos a Six Flags sobre las 13,30.

De lo que hicieron las chicas en el Outlet tan sólo tenemos el video final de sus compras. Lo que sí sabemos es que las nueve horas que estuvieron allí no se les hicieron para nada largas y que cuando ya cayó la noche y nos estaban esperando en la calle se estaban calentando con sus propias Visas, quemadas de tanto usarlas.

Six Flags Great Mountain es para Judith y para mí lo más parecido a nuestro concepto de paraiso. Más y más montañas rusas a cual más espectacular y enorme. Y cuando digo enorme me refiero a que cada viaje en cada una de estas máquinas de placer y vértigo podía durar más de dos minutos. La montaña rusa del New York, New York en Las Vegas palidece frente a estos monstruos.

La emoción nos embriagó a todos cuando vimos el perfil del parque de atracciones recortado al fondo del valle. Aquellas montañas rusas estaban esperándonos y el tiempo no era mucho. Hubo algunas que tuvimos que descartar con muy buena pinta ya que el tiempo que teníamos era escaso, una pena.

De entre las que probamos las mejores fueron Tatsu, una montaña rusa que te colgaba y hacías el recorrido literalmente volando, el desafío de Enigma, una enorme montaña rusa en la que ibas de pie y notabas la fuerza de la gravedad más que nunca y Superman, una pared vertical que te ponía de 0 a 120 kilómetros hora en tan sólo tres segundos para volver a caer de espaldas.

La decepción del día vino cuando fuimos a probar X2, el último concepto de montañas rusas. Nos encontramos con que la atracción estaba cerrada debido a los fuertes vientos que había pese a que había estado abierta por la mañana. Todavía tenemos que soportar los lloros de Judith por no haber podido probarla. También se nos quedó en el tintero Goliath, una enorme montaña rusa con una caida espectacular y Colossus, la típica montaña rusa antigua y americana que tantas veces hemso visto en las películas.
Sólo por este parque de atraccione merecería la pena volver a Los Ángeles. La anécdota del día vino cuando salimos del parque y estuvimos buscando el coche durante más de media hora porque no lo encontrábamos en el aparcamiento. Llegó un momento en el que llegamos a pensar que nos lo habían robado o que con la emoción lo habíamos aparcado mal y se lo había llevado la grúa. Estábamos temblando pensando en cómo contárselo a Mabel y Encarna. Finalmente el coche apareció y pudimos volver a recoger a las chicas.

Con el grupo de nuevo reunido, fuimos al hostel a cenar algo y hacer una nueva incursión en Los Ángeles. En esta ocasión nuestro objetivo era ver West Hollywood y los barrios pijos de Bevery Hills, Melrose Place y Bel Air. La excursión no fue del todo en vano. Melrose Place no merecía mucho la pena, pero algunas de las casas de Beverly Hills sí eran bastante espectaculares. Una pena haberlas visto de noche, tal vez este barrio sí hubiese merecido visitarlo de día.

En el hostel Olga, Judith y yo decidimos ducharnos y dejar preparadas nuestras mochilas para los próximos tres días, nuestros tres últimos días de aventura americana. Al día siguiente teníamos preparado un día de playa en Santa Mónica y Malibú siempre que el tiempo nos lo permita

DÍA 12 - 14 DE ABRIL

Hollywood Boulevard

El día más glamouroso del viaje comenzaba, o eso creíamos. Era el momento de explorar la ciudad de los sueños. Lo cierto es que nuestro hostel estaba ya en Hollywood Boulevard, pero aquello parecía más un polígono que el famoso y opulento paseo de las estrellas, así que pensábamos que simplemente estábamos bastante alejados del auténtico paseo de la fama y que la famosa calle realmente empezaría más allá.

Después de un desayuno a base de tostadas y Cheerios, salimos del hostel dispuestos a patearnos la ciudad. Al poco de salir vimos a lo lejos el famoso cartel de Hollywood en lo alto de una colina tal cual lo hemos visto retratado cientos de veces en la televisión y el cine. Pasado el concesionario de coches junto a nuestro hostel, comenzaron las estrellas a pasar bajo nuestros pies. La sensación de glamour, riqueza y lujo era básicamente nula. El paseo de la fama, el famoso paseo de la fama, ¡se encuentra en un polígono industrial! la decepción fue mayúscula. A los lados, gasolineras, 7eleven, tiendas de tatuajes y algún cine perdido con películas y espectáculos en cartelera. Ni palmeras, ni gente guapa, ni luces de colores iluminando las fachadas de espectaculares teatros.

Las estrellas en su mayoría son desconocidas. Hay más de 2000 repartidas en 5 categorías, cine, teatro, música, televisión y radio y la mayoría de los famosos que se encontraban representados eran desconocidos para nosotros. Cada año se dan 25 estrellas más a gente que todavía no se encuentra en el paseo de la fama. Cualquier persona puede nominar a otro, así que el año que viene presentaré mi candidatura, creo que soy más conocido que muchos de los que estaban allí.

A diez minutos del hostel se encontraba la famosa escalera de incendios en la que Richard Gere iba a buscar a Julia Roberts al final de Pretty Woman. Un poco más allá vimos un revuelo de gente y varios fotógrafos y cámaras, así que pensamos que tal vez fuéramos a tener suerte y viéramos a alguien famoso. Nos acercamos corriendo para ver qué es lo que ocurría y sí, así era, estaban dando una estrella post mortem al Beatle George Harrison. El revuelo de la gente no nos permitío ver quién estaba allí, aunque posteriormente nos enteramos por la página de El Pais, que allí estaban Tom Hanks y Paul McCartney. Nosotros como el All my Loving lo preferimos cantado por Los Manolos, tampoco le dimos mucha importancia y seguimos nuestro camino.
A poco minutos de allí andando se encontraba el famoso Kodak Theatre, y allí llegó nuestra segunda decepción, ¡es un centro comercial¡ Vale, es un centro comercial con tiendas bastante pijas y para gente pudiente, pero no es más que un centro comercial. Está claro que luce mucho más en la tele con dos Oscars Gigantes uno a cada lado y una alfombra roja en medio. Lo bueno del centro comercial es que desde la cuarta planta encontramos una pasarela frente a las letras de Hollywood desde las que poderse hacer una buena fotografía. Como curiosidad, la estrella de Antonio Banderas se encuentra bastante bien situada casi en la puerta del teatro.

A su lado se encuentra en Teatro Chino, desde donde se entregaban los Oscars hasta hace poco tiempo. En el suelo del teatro chino están las manos y pies estampadas de algunos famosos. Lo cierto es que el teatro chino es bastante más bonito que el Kodak Theatre, al menos más original. Además estaba engalanado ya que Zack Efron, el protagonista de Hight School Musical estrenaba película esa misma tarde allí. Más allá, cientos de estrellas se repartían por las aceras del polígono. Al menos pudimos respirar algo del aire glamouroso de Hollywood antes de volver al hostel a comer.

De camino al hostel Olga, MJ y yo caimos en el consumismo americano. Las chicas se compraron ambas nuevas bolsas de viaje. Mención especial merece la maleta de MJ con motivos de Betty Boop. Desde que se la compró no duerme pensando en si tendrá que facturarla en el viaje de vuelta. Con los 45 minutos que tiene tan sólo para hacer el intercambio de aviones en Chicago, tenerla que facturar significaría perder el avión de vuelta a España y tener que vivir la pesadilla que ya vivimos Judith, Encarna y yo del Stand by. Compañeros de Isban, no la esperéis el lunes.
Yo por mi parte me compré un estúpido juego de electroshocks que nos ha dado bastante juego durante el viaje y que estoy deseando probar con nuestros amigos en cuanto lleguemos a España.

¿Y el resto de Los Ángeles?

Después de comer en el hostel y electrocutarnos durante un rato (qué juego tan divertido), fuimos a buscar una buena vista de las letras de Hollywood en la que hacernos más fotos, para algo que es como habíamos visto en las películas había que inmortalizarlo. A través de un barrio residencial, en el que aprovechamos para hacer la compra de la cena en un supermercado carísimo con lechugas a 4 dólares, llegamos a una montaña que subiéndola a pie, encontrábamos la vista definitiva del famoso y mediático cartel. Allí un cartel avisaba del peligro de ser atacados por serpientes de cascabel, pero eso no impidió que nos hiciéramos mil y una fotos. Juntos, individualmente, de dos en dos,... Antes se podía subir por un sendero hasta casi las letras, pero desde hace algún tiempo está prohibido.

con la noche ya cayendo, era el momento de conocer algunos de los barrios más famosos de Los Ángeles. Después del buen sabor que nos dejó el Chinatown de San Francisco, donde se podían comprar souvenirs a muy buen precio, pensamos que sería muy buena idea visitar el barrio chino de Los Ángeles. No sé si llegamos demasiado tarde, eran las 20 o así, pero lo cierto es que la mayor parte de las tiendas y restaurantes estaban cerrados. Tan sólo estaban abiertas dos tiendas con productos demasiado chinos para nuestro gusto (incluidos unos playeros usados y sucios). Como estábamos solos entre aquellas pagodas y templos de palo, decidimos volver al coche y dirigirnos a Little Tokio a ver si estaba algo más animado antes de acabar siendo Chopsuey.

Little Tokio era tan soso como Chinatown pero con algunos restaurantes de Sushi abiertos y con algo más de gente. Una pena que nos hubiésemos comprado la cena, al menos podíamos haber comido algo distinto a las hamburguesas, las ensaladas césar y los burritos omnipresentes durante todo el viaje. Al menos Chinatown tenía los típicos edificios chinos, pero Little Tokio no. Con la decepción del barrio japonés, ni siquiera intentamos ir al barrio filipino. Fuimos directamente al distrito financiero para tener algunas bonitas fotos de los rascacielos de Los Ángeles de noche.

Entre rascacielos y rascacielos por no haber, no había ni coches. Eso sí, las luces de las oficinas de los rascacielos estaban en su mayor parte encendidas, tal vez la gente siga trabajando hasta las 22 de la noche, aunque nos parece poco probable. Varias fotos después nos dimos cuenta de lo que mucha gente ya nos había advertido, Los Ángeles es feo, feo y con muy poco glamour. ¿Dónde vivirá la gente de esta ciudad? suponemos que a las afueras.

Con la decepción de la ciudad, fuimos al hostel a tener el mejor momento del día, la cena a base de huevos fritos, bacon y salchichas que nos preparó Judith. Después de la cena, y mientras estábamos en el animado patio del hostel con nuestros amigos de Alicante haciendo la colada, se nos planteó una pregunta: viendo el fracaso de ciudad que es Los Ángeles, ¿Qué íbamos a hacer al día siguiente? La respuesta nos llegó rápido. Encarna y Mabel irían al Outlet a quemar la Visa cual Pretty Woman mientras el resto nos iríamos a Six Flags Great Mountain, un maravilloso parque de atracciones a una hora de Los Ángeles con algunas de las más salvajes montañas rusas jamás construidas. Está claro que este viaje es el de los parques temáticos. Al menos el último día en la ciudad parece entretenido.

viernes, 17 de abril de 2009

EXCLUSIVA - ALGO MAS TERRORIFICO QUE STRATOSPHERE

En este viaje hay algo que nos ha aterrorizado aún más que Stratosphere. ¿Quieres saber qué es? Pulsa en el video


Bueno, tampoco fue para tanto, pero hay que reconocer que somos bastante miedosos todos.

DÍA 11 - 13 DE ABRIL

La magia de Hollywood

Recién levantados en el Banana Bungalow (con ese nombre imaginaos cómo es esto), desayunamos en una zona ambientada en Hawaii (aquí todo es entre cutre y hortera) y arrancamos para los Universal Studios, que están situados a poco más de 10 minutos en coche de aquí.

Para dejar el coche tuvimos que pagar 12 dólares por todo el día. Lo aparcamos en Jurassic Parking, aquí todo está ambientado en el mundo del cine. Los Estudios Universal están junto a un centro comercial lleno de tiendas de souvenirs, ocio y restaurantes que pertenecen al propio parque temático. Merece la pena darse una vuelta por este centro comercial para hacerse algunas fotos con King Kong o con una guitarra gigante que corona el Hard Rock Café.


Al final del centro comercial se encontraba la famosa bola giratoria símbolo de los estudios. Una vez compradas las entradas que con un descuento de 8 dólares se nos quedaron en 59 dólares en total y despué de la foto de rigor en la entrada, ya teníamos todo preparado para tener "un día de cine". Un consejo para quien quiera venir, tened mucho cuidado en la entrada y en el parking porque te intentarán vender todo tipo de extras como el pase Vip, el pase anual, el pase de coma todo lo que pueda dentro del parque (sí, muy fuerte) o el parking cercano a los estudios.




Los Estudios Universal no tienen una extensión muy grande, para que os hagáis una idea será como el parque de atracciones de Madrid. Sin embargo, sí tiene bastantes cosas que ver, y aunque las colas no sean muy largas, tendremos que darnos bastante prisa si queremos ver todo antes de que cierre el parque a las siete de la tarde. A nosotros nos quedó por ver el espectáculo de Waterworld (¿por qué se empeñan en hacer tantos espectáculos de una película que no le gusto a nadie y que fue un fracaso en taquilla?) y el de los animales actores de Hollywood, donde varios perros, gatos y un mapache hacían monerías para el público.

Nada más entrar nos encontramos con la Casa de los Terrores, un pasaje del terror ambientado en todas las películas de miedo de la historia. Desde la casa de Norman Bates en Psicosis, hasta las casquerías de Hostel o Saw pasando por clásicos como el laboratorio de Frankenstein o el bosque típico de todas las películas americanas. La verdad es que de primeras no daba mucho miedo, pero sugestionados como íbamos, acabamos saliendo corriendo y todavía se oyen las risas de los actores por el espectáculo que dimos. MJ ni siquiera quiso entrar, ya tuvo suficiente con entrar una vez en el pasaje del terror de Madrid.

De ahí fuimos a dar el típico tour por los Universal Studios que hemos visto en las películas pasando por una zona ambientada en París y en los picapiedra. Tuvimos la suerte de poder coger un tour en castellano que hacen a diversas horas a lo largo del día. Con el coche pasamos por algunos de los estudios donde se recrean los escenarios de las más diversas películas. Desde los coches de A Todo Gas que salieron volando literalmente por los aires frente a nosotros, hasta un puente que se dinamitaba con nosotros encima. De lo más espectacular fueron las trombas de agua que se recreaban en un poblado mejicano escenario de cientos de películas y sobre todo la recreación del terremoto de San Francisco. Tampoco faltaron clásicos como el tiburón que se lanza hacia el bus o la casa y el motel de Psicosis. Este último por cierto muy parecido a los que hemos dormido alguno de los días.



Como guinda final pasamos por el mismísimo Wisteria Lane, el barrio de la serie de Mujeres Desesperadas, que en ese mismo momento se encontraban en proceso de grabación. La mala suerte nos impidió ver a Teri Hatcher, Eva Longoria y compañía. En fin... otra vez será.

De ahí pasamos a la zona de atracciones. Realmente no son muchas y tampoco espectaculares en emociones, aunque para Encarna y Mabel, que no sabían a que se enfrentaban y les da impresión hasta el tren de la bruja de la feria, sí lo fueron. Primero probamos Jurassic Park, un paseo por el auténtico parque Jurásico en barca con una caida de 48 metros de altura como sorpresa final. A continuación vino The Mummy Returns, una montaña rusa a oscuras ambientada en la película de La Momia. Muy chula por la ambientación pero no muy fuerte, aunque Encarna y Mabel gritaron como posesas. Escarabajos que te recorrían los pies, efectos de luces, hologramas y un final espectacular que mejor no desvelamos para que sorprenda a quien vaya. Lo mejor de ambas atracciones fue ver el terror de Encarna y Mabel que no sabían a qué se enfrentaban sin duda.


Después de estas atracciones decidimos tomarnos un respiro y comer. Los precios de la comida en este parque son escandalosamente altos, pero es inevitable pagarlos. La tarde fue más tranquila. Primero fuimos a ver una demostración de efectos especiales no demasiado espectacular, cromas, maquillaje, sonido... todo bastante visto, aunque hay que reconocer que la animadora le daba vidilla al espectáculo con sus chistes fáciles.



De ahí fuimos a una atracción basada en el clásico del Coloso en Llamas, después de aguantar la chapa de los bomberos en unas pantallas (es algo típico que en cada atracción antes te den la chapa con videos que te cuentan una historia que ni te va ni te viene y lo único que te hace es retrasar), nos metieron en una sala donde se recreaba un fuego en una sala de máquinas de una fábrica. Los distintos tipos de fuego, las explosiones y derrumbamientos varios ponían los pelos de punta. Una pena que durara tan poco el espectáculo.


De atracciones sólo nos quedaba por probar una inspirada en Los Simpsons que no sabíamos que era realmente ya que estaba en una nave a oscuras. Encarna y Mabel se esperaban un nuevo The Mummy Returns, pero por suerte no era así. Todo estaba inspirado en los episodios de los Simpsons de Krustylandia. Durante la cola nos amenizaban la espera con videos de un capítulo exclusivo de Los Simpsons que íbamos a vivir. Supuestamente Krusty reabría Krustylandia. Después de pasar a una sala donde nos esperaba la típica vagoneta de montaña rusa, nos elevamos y disfutamos de un simulador en una pantalla de Imax, que nos hizo estar en una montaña rusa salvaje.


La sensación de inmersión era perfecta. Cuando íbamos sobre railes, notábamos los railes bajo nosotros, cuando nos deslizamos por el agua también notábamos la sensación de flotar, e incluso cuando un muñeco de Maggie gigante nos introducía en su boca, olíamos a bebé. Para Mabel fue una de las cosas más bonitas que ha vivido en su vida, palabras textuales. Encarna sin embargo soltó un ay, ay, ay muy a lo mariachi, aunque también disfrutó.




Los Simpsons fueron la antesala de los dos siguientes espectáculos que veríamos, Shrek 4-D y Terminator 2: 3D, películas en 3D de Shrek y Terminator (esta última bastante más currada ya que incluía un espectáculo de actores reales que interactuaban con lo que ocurría en la pantalla) donde también se unían sonido, movimiento de asientos y olores varios. Muy espectacular también.

El día había pasado y no pudimos repetir ninguna de las atracciones, una pena porque nos hubiese encantado volver a sentir las experiencias de La Momia o Los Simpsons. Abandonamos los Universal Studios con muy buen sabor de boca, aunque algo desengañados al comprobar que en Hollywood todo tiene su trampa.


Cena por todo lo alto y noche de fiesta en el hostel

Al salir de los Universal, pensamos que ya era hora de probar las costillas típicas americanas, aunque fuera en un sitio tan poco auténtico como el Tony Romas, allí cenamos por fin las costillas que se nos resistieron en Arizona. Muy ricas, pero poco auténticas. De allí nos fuimos directamente al Hostel, donde compramos una botella de Sangría, otra de cerveza y otra de vino californiano. Pasamos la noche en el patio del Hostel hablando con los chicos de Alicante (un saludo para ellos), que nos estuvieron contando sus aventuras en Los Ángeles, incluida participación en un concurso para América Latina de buscar pareja.



A las dos de la mañana estábamos tan cansados que nos fuimos a la cama. Al día siguiente nos tocaba patear Los Ángeles

miércoles, 15 de abril de 2009

DÍA 10 - 12 DE ABRIL

Domingo en el parque

San Diego se levantó con un sol espléndido. Hoy teníamos que ir a ver ballenas y también visitar el parque Balboa de la ciudad, donde se encuentra el famoso Zoo de San Diego, de ahí ya nos iremos para Los Ángeles, donde estaremos los próximos cuatro días.



Después de desayunar en el hostel algunas de las cosas que compramos ayer en el supermercado, arrancamos hacia el puerto donde coger la excursión para ver ballenas. Un crucero de tres horas cuesta 35 dólares, unos 27 euros. Cuando llegamos al puerto tuvimos nuestra primera decepción del día, al no haber reservado plaza, el crucero estaba ya cubierto y nos teníamos que quedar en tierra.







Lo intentamos en otra compañía, pero tampoco pudimos. La época de avistamiento de ballenas está a punto de finalizar, y muchas compañías ya no se atreven a hacer estos cruceros por si los turistas no ven ballenas. Con este pequeño contratiempo, decidimos cambiar los planes.



La nueva idea era ir al parque Balboa y de ahí coger la carretera de la costa hasta alguna playa donde pasar la tarde al sol. El parque Balboa es uno de los lugares más turísticos de la ciudad. Con varios edificios inspirados en la arquitectura española, es aquí donde se encuentran la mayor parte de los museos de la ciudad: de fotografía, de bellas artes, de arte contemporáneo, de escultura, etc...



También podemos encontrar un pequeño jardín botánico gratuito que merece la pena ver, un teleférico que cruza el parque y el famoso Zoo de San Diego, al que no entramos por lo elevado de su precio. Con el tiempo que hacía, Judith prefirío quedarse tomando el sol.



El resto paseamos por el parque hasta que encontramos el medio de transporte ideal para visitar el parque Balboa, un carricoche bicicleta de 5 asientos con el que pasear a la vez que hacíamos algo de ejercicio, que ya nos va haciendo falta con la comida basura que nos estamos metiendo.






Después de varios atropellos, semivuelcos y espectáculos varios por el parque, nos dimos cuenta que la zona para recorrer con el vehículo era bastante pequeña, aún así disfrutamos dando el cante por el parque.


Tarde de playa en Encinitas


Desde el parque nos despedimos de San Diego y cogimos el coche con la intención de de pasar la tarde en una de las playas que encontrásemos por la carretera de la costa. Aquí, la costa no está repleta de pueblos, sino que es un continuo pueblo donde no hay zonas sin construir. Los semáforos son continuos y los chalets de playa constantes.



Paramos a comer en un restaurante a pie de carretera. Le estamos empezando a coger el gusto a esto de dejar la propina a las camareras que nos atiendan, me explico. No es por pagar entre un 10% y un 15% más. Es que las chicas que nos han atendido son especialmente simpáticas y te tratan con mucha atención para que su propina sea decente. Es un método distinto al español, pero acabas cogiéndole cierto gusto comparándolo por ejemplo con lo bordes que suelen ser por norma general los camareros del Vips. La chica que nos atendió aquí era tan adorable que Judith y yo estuvimos a punto de llevárnosla para España. Nos invitó al café y todo.






Después de comer, nada mejor que reposar a la orilla del mar. Encontramos la playa de Encinitas a cien metros del restaurante donde comimos. Para acceder a ella bajamos por unas escaleras enormes. La arena era bastante fina, pero el mar, aparte de estar helado, no estaba muy limpio.



La playa aquí, como todo en Estados Unidos, es enorme. La vista no permite ver el final. Mientras las chicas se tumbaron plácidamente a broncearse, yo preferí hacer un poco de ejercicio y me dediqué a correr por la costa cual Vigilante de la playa. Las agujetas están haciendo estragos, 10 días de hamburguesas han mermado mi forma física.


MJ al poco de tomar el sol también decidió pasear por la costa y tener su momento. A las 18 de la tarde decidimos levantar el campamento e ir rumbo a Los Ángeles. Por el camino, al ver el atardecer que se estaba poniendo, pensamos que lo mejor sería encontrar una playa donde disfrutarlo. Y qué mejor playa que la de NewPort Beach de la serie O.C. que vuelve loca a Olga. El sol desapareció rápido y nosotros continuamos nuestro viaje a Los Ángeles.






Bienvenidos a L.A.


A los 15 minutos de salir de la playa cogimos la caravana del Spring Break de entrada a Los Ángeles, algo así como los atascos de la nacional VI de Semana Santa, pero en carreteras de 6 carriles. La entrada a Los Ángeles con los rascacielos al fondo nos hacia presagiar una ciudad de dimensiones enormes.







Nuestro hostel está en el mismísimo Hollywood Boulevard, el famoso paseo de las estrellas. El hostel también merecería un post aparte. La fiesta aquí es mucho más alta que en el resto de hostels, la gente está en las terrazas del centro y el ambiente se ve mucho más animado. Es casi como una de esas fiestas de las películas americanas.


Después de cenar y tomarnos algo con un grupo de chicos españoles de Alicante, nos metimos en la cama. Al día siguiente tenemos una de las visitas más espectaculares del viaje, los Estudios Universal

martes, 14 de abril de 2009

EXCLUSIVA - LA CARA DEL TERROR

Gracias al post de Iván se nos ha ocurrido mostraros un poco más qué es X SCream y colgar nuestra auténtica foto del pánico en la atracción.

X Scream es un vehículo que te suspende a 900 pies sobre Las Vegas Strip mostrando la ciudad a tus pies literalmente. Como reza la publicidad, ¿Por qué quedarse en el borde si se puede ir más allá?







Os dejamos con la foto del pánico




DÍA 9 - 11 DE ABRIL

Las Playas de California


Aprovechando que hemos llegado a San Diego con una mañana de antelación, hemos decidido hacer turismo por la ciudad. El desayuno del hostel era bastante malo, así que hemos decidido probar suerte en alguna de las cafeterías de los alrededores.


Después de desayunar nos hemos dirigido hacia la zona de Coronado, una península conectada con San Diego donde se encuentra el famoso hotel Coronado, donde se han grabado cientos de películas y series. Este hotel es uno de los reclamos turísticos de la ciudad. En él habita el fantasma de una mujer que se suicidó desde lo alto de la torre del hotel.




Según llegamos todos corrimos a la playa, era nuestro primer contacto con las playas californianas. Todo es muy similar a las películas, las casetas de los vigilantes de la playa, la gente jugando al volleyball, los surfistas que hace años que dejaron la treintena y ya no poseen cuerpos de escándalo y la típica pareja enamorada paseando a su labrador.


Lo que no dicen las películas es que el agua del Océano Pacífico está tan fría que reactiva la circulación de modo inmediato. No pudimos de todos modos resistirnos a mojarnos los pies en el mar y chapotear. Dando un paseo por la playa, llegamos al hotel Coronado y de ahí decidimos volver al coche.

Nuestro siguiente destino era la Jolla (con 'll'). Esta zona de San Diego también posee algunas excelentes playas. El tiempo nos acompañó por lo que pudimos tumbarnos en un cesped al borde de un acantilado con el mar de fondo. Allí, rodeados de confiadas ardillas que se acercaban para que les diéramos de comer, tomamos un poco de aliento.




Andando por el paseo marítimo de La Jolla nos encontramos con una playa habitada por una colonia de focas que ajenas a los turistas que por ahí pasábamos, tomaban el sol tranquilamente a escasos metros de nosotros. De vez en cuando se acercaban al mar para refrescarse y volvían a salir para tumbarse al sol.




Seguimos por el muro a orillas del mar hasta que nos entró el hambre, pero al ser más de las tres en ningún sitio tenían ya la cocina abierta, así que decidimos coger el coche para volver al hostel y de ahí poner rumbo a Tijuana. Por el camino paramos en un Jack in the Box, una especie de McDonalds con comida de primeras un poco más sana.


Ándale




Una vez dejamos el coche en el parking del hostel, andando tres manzanas, llegamos a la parada de trolebús que nos llevaría a Tijuana. Allí encontramos a un hombre cubano que nos advirtió de lo peligroso de Tijuana y de que no se nos ocurriera estar allí más allá de las 20,30 o 21 de la noche. Al parecer cada día hay varios muertos en Tijuana y más de un turista vuelve desplumado a San Diego.

Con este panorama nos subimos a un trolebús donde aparte de bastante gente latina, también había turistas. Según iban pasando las paradas, los turistas iban escaseando, hasta que nos encontramos rodeados de varios hombres mejicanos sin mucha cara de buenos amigos. En la última parada personalmente no me sentía cómodo con la situación de llevar a cinco mujeres al centro de una ciudad peligrosa de escaso valor turístico. Algunas de las chicas tampoco tenían buenas sensaciones. Así que Mabel y Judith, se quedaron con las ganas de ver Tijuana y nos quedamos en los alrededores de la estación. Eso sí, Judith ni siquiera cruzó la frontera para comprar tabaco.

Allí, en la frontera, un supermercado latino, algunas tiendas de ropa de mercadillo y un todo a cien donde las chicas lo han dado todo comprando Carmex y maquillaje caducado a precio de saldo. Eso sí, ellas no sabían que era caducada hasta que no se montaron de nuevo en el Trolebús y MJ descubrió el engaño. De Tijuana no hay fotos por el acojone general de perder la cámara, así que os dejamos con una bonita foto de las chicas en la playa.



La excursión a Tijuana ha sido un fracaso, pero hemos estado cerca. Hay veces que es mejor no arriesgar más de lo justo y no llevarnos un susto. De vuelta al hostel pensamos que lo mejor fue la decisión que tomamos, más aún cuando los dos chicos mejicanos con los que compartíamos habitación nos dijeron que ni ellos mismos se atrevían a cruzar a Tijuana, que no era ni una ciudad bonita, ni segura para ellos mismos.


De vuelta al hostel compramos algo de comida para hacernos en el hostel y descansamos. Pese a ser sábado y estar San Diego bastante animado (no sabemos si por el Spring Break), no nos apetecía más que dormir y descansar. Al día siguiente queríamos ir a ver ballenas, al parecer entre diciembre y abril es la mejor época para avistar ballenas en la costa californiana.

lunes, 13 de abril de 2009

DÍA 8 - 10 DE ABRIL

Cruzando el Salvaje Oeste

Estamos en el ecuador del viaje. Esta mañana nos hemos levantado totalmente descansados, lo necesitábamos después de varios días durmiendo entre 4 y 6 horas y teniendo largas caminatas. Después de la ducha y el desayuno en el Comfort Inn, decidimos partir rumbo Phoenix, donde se encontraban algunas reservas indias que teníamos intención de visitar.


Y decimos que teníamos intención, porque finalmente no hemos podido. Y es que los tiempos han cambiado mucho y los índios ya no viven en medio del desierto en sus tiendas de campaña y fuman la pipa de la paz con los forasteros. Todo lo contrario. Ahora viven en sus propios terrenos donde no están sometidos a las leyes de los Estados en los que se encuentran y no permiten el acceso a ellos bajo multa de 5000 dólares e inmovilización del vehículo. Eso sí, en la entrada de sus reservas tienen enormes casinos para competir con Las Vegas en cuanto a pantallas gigantes y premios estratosféricos.




En parte era algo para esperar, no es plan irles a ver como quien va al zoo, pero al menos sí nos hubiese gustado ver algo medianamente turístico aunque fuera más falso que un billete de dólar con la cara de Krusty el payaso. Como no queríamos que nos cortasen la cabellera, prefirimos dar media vuelta y bajar hacia Yuma, donde a lo mejor podíamos tener más suerte.





Por el camino, mientras cruzábamos los paisajes del salvaje oeste, pensamos que qué mejor lugar que Arizona y sus desiertos para comer auténticas costillas americanas en un restaurante rancho de esos que tienen la calavera de la vaca en la entrada.





Bueno, parece que hoy no era nuestro día, acabamos comiendo en el restaurante Space Age, un bar de carretera decorado con motivos espaciales de los años 60. Eso sí, algunas se han comido su filete de ternera y todo a muy buen precio, unos 10 euros con buffete de ensaladas incluido (sólo se podía hacer una visita al buffet).






En Yuma preguntamos por las reservas indias y la respuesta fue que en ellas los turistas no eran bienvenidos. Vamos, que si queremos indios nos veamos una peli de John Wayne. Así que hemos decidido que como todavía era pronto, ahora son las 21 de la noche, intentaremos llegar a San Diego y ya que es viernes saldremos de fiesta por esta ciudad, la segunda más grande del estado de California.


El camino es bordeando la carretera fronteriza con Méjico, e incluso hemos tenido que pasar un control en el que nos han preguntado si llevábamos frutas o plantas y hemos mentido, ya que sí llevábamos. Como nos hagan un control de policía nos veo a todos en Guantánamo. Hemos vivido otro bonito atardecer en el desierto.




La idea es llegar al hostel y ver si tenemos ahí alojamiento para esta noche, si no, tendremos que buscar algún otro sitio donde pasar la noche. El tanga rosa chicle tendremos que dejarlo para mejor ocasión, está lloviendo en San Diego.


Ya en el Hostel


Hemos tenido suerte y sí había habitaciones libres. El hostel está situado en el centro de San Diego, en la zona de bares. La verdad es que San Diego parece una ciudad bastante animada de primeras, incluso hemos pasado por un bar con toro mecánico. Encarna, Olga, MJ y yo durmimos en una habitación para cuatro personas y Judith y Mabel en una habitación con Pei-Pei, una canadiense oriental bastante recatada. Para no amuermarnos hemos decidido salir a cenar a un restaurante mejicano donde aparte de la cena nos hemos pedido unos margaritas.




Ni el alcohol de los margaritas ni la simpatía del camarero ha conseguido levantarnos el animo. Estamos un poco cansados y hemos decidido irnos al hostel a dormir. Mañana tenemos que ir a ver algunas de las playas más emblemáticas de San Diego y adentrarnos en Tijuana.



sábado, 11 de abril de 2009

DÍA 7 - 9 DE ABRIL

Camino del Gran Cañón del Colorado

Nos hemos levantado cansados, muy cansados. No hemos dormido más de 5 horas y ya estamos de pie rumbo al Gran Cañón. Después de un tanque de café para espabilarnos, ha venido el siguiente quebradero de cabeza, encajar nuestras maletas y nuestras compras en el maletero del Grand Caravan. En un primer momento este maletero parecía más que suficiente para los seis, pero después de haber desabastecido de Converse al condado de Nevada, parece que se ha quedado pequeño.


Una vez en ruta, nuestro siguiente destino era Flagstaff, un pueblo cercano al Gran Cañón. Por el camino los típicos paisajes de las películas del desierto, paradas en distintas gasolineras y fotos con las montañas.


Nuestro objetivo era encontrar en Flagstag alguna excursión en avioneta por el Cañón, pero no fue hasta bastantes kilómetros después, en el aeropuerto del Gran Cañón donde se encontraban todas las compañías que ofertaban una visita al cañón a vista de pájaro. Por la hora en que llegamos, poco tiempo nos faltaba para poder coger la visita. El espacio aéreo del aeropuerto cerraba a las 18 y eran las 17,10. Al final cogimos una excursión en avioneta de 40 minutos por 124 dólares, unos 95 euros.




Visto y no visto. Fue pagar al chico del mostrador y subirnos en la avioneta con el mismo hombre. Nuestra vida estaba en manos de Jeff, el conductor. Casi mejor así para no pensar en lo inestable y peligrosa que puede llegar a ser una avioneta. El vuelo incluía incluso una audioguía en castellano del Gran Cañón. Después de unos primeros momentos de nerviosismo en el despegue y acostumbrarnos a los pequeños bandazos que daba la delicada avioneta, llegó el momento de relajarse y disfrutar.








Un enorme bosque de pinos se mostraba ante nosotros, y al fondo, de repente el Gran Cañón del Colorado mostraba su majestuosidad. Habremos visto miles de fotos de este monumento natural, pero ninguna capta al 100% la belleza de este lugar. A alguna chica se le saltaron incluso las lágrimas de la emoción de poder ver lo que el río Colorado ha hecho durante millones de años.


Al otro lado del cañón una enorme llanura y bajo nuestros pies, pese a lo inhóspito del terreno, más de 250000 indios siguen viviendo en el que ha sido su hogar por siglos. Pese a las fotos y a los videos, que intentan captar la belleza de una de las siete maravillas naturales del mundo moderno, nada consigue representar mínimamente lo que hemos visto con nuestros ojos. Sin lugar a dudas, lo mejor de todo el viaje hasta el momento.







Un reencuentro sorpresa

Cuando bajamos, todavía de día, decidimos ir a ver un atardecer dede el Gran Cañón, así que sin dudarlo cogimos el coche y pusimos rumbo al parque. Desde allí dos miradores increíbles nos permitían asomarnos desde cerca a lo que habíamos visto desde el aire.

En el segundo de los miradores tuvimos una gran sorpresa. ¡Germán y Begoña estaban allí! Para los despistados, Germán y Begoña son los chicos estudiantes de Granada y Toledo que pasaron nuestra primera noche con Encarna, Judith y conmigo en el aeropuerto de Atlanta. Después de unos 2000 kilómetros nos hemos encontrado con ellos y hemos aprovechado para intercambiar los teléfonos y los mails para enviarles las fotos que tenemos con ellos. ¡Chicos! Si os conectáis al blog dejádnos algún comentario, que nos haría mucha ilusión.




De ahí, y después de que Begoña nos quitase la idea de dormir en el parque como pensábamos (ellos tuvieron que dormir 12 en una habitación ya que no había ningún lugar donde alojarse), pensamos que lo mejor era bajar ya hacia Phoenix rumbo a las reservas indias y San Diego. Para despedirnos del Gran Cañón, esta maravilla de la naturaleza nos ha obsequiado con una luna enorme y luminosa que nos ha acompañado durante un buen trozo de camino.




Después de conducir hasta las 21 de la noche más o menos, decidimos parar en un hostel en Camp Verde. La habitación nos costaba 60 euros y tenía pinta de tener un buen desayuno. El cansancio hizo que no saliéramos ni a cenar. Todos nos quedamos dormidos como buenos chicos a las once de la noche como mucho, el cansancio empieza a hacer mella y era un buen momento para descansar y relajarse.

DÍA 6 - 8 DE ABRIL

Viva Las Vegas

Las Vegas es una ciudad en la que la diversión comienza en el momento en el que cae el sol y los neones iluminan los megahoteles que se encuentran en el Strip. Conscientes de ello, decidimos usar la mañana para descansar en el hostel y hacer la primera de nuestras coladas. Por 2,5 dólares pudimos lavar y secar la ropa, algo que para MJ, con su minúsculo equipaje, ya iba siendo necesario porque se estaba quedando sin ropa limpia.



Con las labores del hogar ya hechas, pensamos que lo mejor para pasar el tiempo antes de que cayera la noche sería ir al famoso Outlet de Las Vegas, y así hicimos. Situado cerca del hostel, el centro comercial era una sucesión de tiendas de las más distintas marcas a bastante buen precio.
Nos dimos de tiempo dos horas para quemar la Visa, y así hicimos. En cuanto a precios, unas Converse cuestan 40 dólares, unos 30 euros. Las camisetas de vestir de Calvin Klein o Converse, 6 euros. Una bolsa de deporte de Nike, 15 euros y unas zapatillas deportivas 35. Pantalones Levis o Dockers por 25 dólares, al cambio algo más de 18 euros.


Eso sí, junto a estas ofertas también había algunas marcas en las que la diferencia de precio con España no era tan acusada. E incluso en la misma tienda también teníamos cosas no tan baratas, como por ejemplo los gallumbos de Calvin Klein a 24 dólares.




Después de nuestro momento shopping que repetiremos seguramente en Los Ángeles, decidimos irnos al hostel a cambiarnos y empezar a disfrutar de los casinos de Las Vegas. Nuestra intención era corrernos una juerga allí por sus bajos precios en bebidas y comida.


Cogimos un ticket de autobús que era válido durante 24 horas por 7 dólares y que nos permitía recorrer Vegas Boulevard (el strip) de arriba a abajo. Según bajábamos la calle, los luminosos comenzaron a inundar la ciudad.

El primer casino que visitamos fue MonteCarlo, bastante espectacular por fuera, pero muy común por dentro, tan sólo tenía una enorme sala de máquinas tragaperras con varias mesas de póker y dados. De ahí fuimos a New York, New York, un casino que representa el Skyline de Manhantan. Su magnitud es asombrosa. Dentro se encuentra una montaña rusa inspirada en las de Conney Island que Judith, Olga, MJ y yo no nos pudimos resistir a probar. El precio de la atracción, 14 dólares. Las vistas desde la montaña rusa que serpenteaba entre los distintos edificios del casino-hotel era fantástica. Y además, probamos el primer looping del mundo en forma de corazón.




Encarna y Mabel mientras nos esperaban pidieron una Coronita que les costó 6 dólares, un precio que para España es contenido, pero que aquí después de las ofertas prometidas, nos pareció excesivo. Las copas a un euro son sólo para aquellos que están sentados jugando a la ruleta de forma empedernida. Dentro del casino la zona de restaurantes representaba el famoso barrio de Little Italy con sus edificios típicos de los suburbios americanos.


Fue en New York, New York, donde Olga apostó por primera vez a la ruleta, pero no sería la única. La apuesta mínima era de 10 dólares que apostó por su hermana al rojo, pero salío el 26 negro, que según ella misma estuvo a punto de apostar por él.




Del New York, New York pasamos al Excalibur y al Luxor, ambientados en un castillo medieval y en el Antiguo Egipto respectivamente. El interior del Luxor era especialmente espectacular ya que las habitaciones se encontraban dentro de una réplica de la enorme pirámide de Keops.


Dejamos a un lado Tropicana y MGM, no sin antes jugar de nuevo a la ruleta. MJ apostó para Mayka por el 19 y también perdió. Olga sin embargo tuvo más suerte y recuperó el dinero perdido en New York, New York mientras un americano intentando ligar con ella le explicaba las reglas del juego. Mabel y Encarna apostaron por Elena al 9 y tampoco tuvieron suerte, al igual que yo que aposté al 7 por Lety y Jose y también me fuí desplumado. Judith, que es de la hermandad del puño cerrado al ver que todos habíamos palmado pasta, decidió no probar suerte. Quién sabe si hubiese vuelto millonaria.






De nuestras apuestas no hay videos como nos hubiese gustado ya que dentro de la sala era imposible hacer fotografías o grabar con la cámara. Algo por otra parte bastante normal. En fin, no tuvimos suerte chicos, volvemos un poco más pobres a España.

Habíamos visto tan sólo unos pocos casinos y no de los más espectaculares y eran ya las 10 de la noche. Debíamos de aligerar el paso, aún quedaba mucho por ver esa noche. Nuestra siguiente parada fue el hotel Paris, con una representación de la Torre Eifel, el Arco de Triunfo y algunos típicos edificios franceses. Justo enfrente vimos el espectáculo de la fuente del Bellagio, famoso por la película de Ocean's Eleven. El Bellagio es uno de los casinos más lujosos de Las Vegas, con sus suelos de marmol y Boutiques de las más grandes marcas en su interior.




De ahí pasamos al Caesar's Palace, Treasure Island, donde unos barcos piratas presiden al entrada y a Mirage, donde también tuvimos la ocasión de ver el espectáculo de un volcán en erupción, no tan espectacular como la fuente del Bellagio pero también interesante.

Cruzando la calle pasamos al último de los hoteles, el hotel más grande del mundo, The Venetian. Su fachada representa la Plaza de San Marcos de Venecia con su famoso campanario y el puente Rialto con bastante exactitud. En el interior, aparte de la típica sala de juegos que no se diferencia en absoluto del resto, una reproducción del gran canal veneciano con sus propias góndolas y tiendas alrededor. Cada 15 minutos el gran canal de The Venetian simula un atardecer y un amanecer, una fabulosa estampa digna de ser disfrutada.






En tan sólo una calle dimos la vuelta al mundo. Nuestros pies estaban molidos y eran casi las doce de la noche. Nos quedamos con ganas de más, pero aún quedaba bastante por ver. Quedaba toda la zona del Downtown, donde se encuentran los casinos más antiguos de Las Vegas como el Golden Nugget y los luminosos más carismáticos y el hotel más esperado por Judith, Olga, MJ y por mí, Stratosphere.

Este hotel preside el skyline de Las Vegas y pese a que su arquitectura no llama la atención (no es más que una enorme torre), en su planta más alta se encuentran tres de las atracciones más salvajes que jamás han sido creadas. Big Shot, X-cream e Insanity. Con el tiempo casi encima ya que las atracciones cerraban a la una, compramos nuestros tickets y subimos a la torre. Su precio para dos atracciones 24 dólares, algo caro de primeras, pero una vez que pruebas lo que hay arriba, merece la pena. De las tres sólo pudimos probar dos.


La primera que probamos fue Big Shot, una lanzadera que te propulsaba 50 metros hacia arriba a una velocidad de infarto, dejando Las Vegas y el desierto a nuestros pies. Los gritos que dimos todavía retumban entre los edificios de la ciudad. De ahí fuimos a la atracción que ha conseguido que por primera vez Judith y yo gritásemos que por favor nos bajasen de ella, X-Cream, un simple balancín que te deja suspendido a más de 350 metros de altura sobre Las Vegas. La sensación de tener la muerte cerca es tan alta, que a Judith se le saltaron las lágrimas y a mí se me durmieron las manos del terror.




El operario de la máquina nos preguntó si queríamos más, pero Olga, Judith y yo le suplicamos que no y decidió apiadarse de nuestros lloros. MJ sin embargo disfrutó de las vistas de la ciudad a vista de pájaro y le pareció algo muy relajante. Con el corazón encogido y los pies destrozados, nos dirigimos a Downtown.


Downtown es una calle que sólo merece la pena visitar de noche cuando los casinos encienden sus luminosos. En ella se encuentra el museo del neon, y podremos ver los luminosos típicos de los vaqueros, del zapato y de la copa junto a muchos otros que nos sonarán de cientos de películas y series. Los casinos aquí son más baratos, la apuesta mínima es de 5 dólares, y su arquitectura no es tan demencial como la de los grandes hoteles-casino del Strip.




De ahí, con los pies molidos, nos dirigimos a descansar a nuestro Hostel, Tod Motel. Al día siguiente tenemos la visita a una de las 7 maravillas naturales del mundo, el Gran Cañón del Colorado.

viernes, 10 de abril de 2009

DÍA 5 - 7 DE ABRIL




En el lugar más extremo de los Estados Unidos
A las 7 de la mañana ya estábamos en pie en el Motel 6. Una vez duchados y vestidos para el duro día que nos esperaba fuimos a desayunar. Cuando fuimos a preguntar en la recepción dónde era el desayuno nos dijeron que el único desayuno que podían darnos era un café que debía de servirse uno mismo en barra, así que tuvimos que buscárnoslo fuera del Motel.


Aunque había algunos restaurantes fuera, el más cercano era el Burguer King, así que por primera vez en nuestra vida, desayunamos en un lugar de comida rápida. La experiencia no fue todo lo mala que en un primer momento nos podíamos esperar. Tomamos zumo, café, patatas fritas y una especie de Wrap con tortilla, queso y bacon. Todo por unos cinco dólares. Poco a poco nos vamos sintiendo menos en forma y es que 5 días ya de comidas poco sanas se va notando.




A las 9,45 de la mañana estábamos saliendo del hostel camino del Valle de la Muerte. El paraje, que no habíamos podido observar la noche anterior, era la misma puerta del desierto. En ella, una estación de servicio donde los camioneros reposan antes de seguir su camino. Mabel fue objeto de comentarios de algunos de estos camioneros, pero no le sirvieron para mejorar su inglés.



El camino fue un contraste total respecto a lo que vimos el día anterior. De un paisaje que bien podría pasar como Canadiense por sus frondosos bosques de pinos y sus abudantes cascadas, pasamos a las llanuras de polvo interminables y las carreteras que se confunden con la línea del horizonte que vemos en las películas americanas.


Pocos, muy pocos pueblos había en la carretera, lo cual nos hacía ser especialmente precavidos con la gasolina que nos quedaba en el depósito. Además no teníamos agua para entrar en el Valle de la Muerte por lo que la parada en un típico pueblo del oeste era obligatoria.






La vista del Valle de la Muerte desde lo alto fue espectacular, pero no así la temperatura, bastante inferior de lo que pensábamos para ser el lugar más caluroso de todo Estados Unidos y uno de los más calurosos del mundo.







Una vez abajo había mucho que ver, pero todo bastante similar. Intentamos ir a un pueblo del oeste fantasma, pero la carretera estaba cortada y era bastante peligroso. Por suerte pudimos andar entre un cañón bastante bonito. De ahí fuimos al cráter volcánico, que sí pudimos visitar y fue espectacular.

Las carreteras y el paisaje de sus alrededores ya eran suficientemente increíbles para dejarnos con la boca abierta. Intentamos ver unas piedras rodantes que al parecer son un misterio ya que se mueven solas, una pared con multiples colores de la naturaleza y el lugar más bajo sobre el nivel del mar. Poco pudimos ver de estas cosas. Intentamos ver las piedras rodantes, pero no conseguimos llegar a ellas. Durante más de 45 minutos Judith estuvo conduciendo por una pista de tierra hasta que decidimos volver ya que las piedras estaban aún a más de 10 kilómetros y la noche empezaba a caer. Este paseo por la pista de tierra tuvo como resultado la estimulación de mis tripas, con gaseosos resultados para las chicas. Los gases nos acompañaron ya durante el resto del viaje.



La pared con colores estaba a las afueras del parque, pero tampoco la pudimos ver ya que nos sorprendió una increíble tormenta del desierto. El Death Valley nos sorprendió por sus desproporcionadas dimensiones y su aspecto totalmente distinto a todo lo que hayamos visto antes. Nos hemos sentido como dentro de una película del oeste.






Rumbo a Las Vegas


Dejando el Valle de la muerte, pasamos por el famoso Área 54, la base militar más grande de los Estados Unidos. Un lugar donde se supone que se desarrollan las armas más punteras, se prueban los aviones último modelo e incluso se supone que guardan algunos de los extraterrestres de Roosevelt. Nuestro deseo de ver un Ovni en medio del desierto no se cumplió pese a que un lugareño nos dijo que era bastante común ver objetos voladores no identificados por la zona.





Con la noche ya bien entrada, nos dirigíamos por la carretera hacia Las Vegas. Después de pasar un pequeño pueblo que era unas Vegas en miniatura, finalmente, tras un cambio de rasante, vimos la ciudad del pecado. Las luces de Las Vegas se ven a kilómetros de distancia desde el desierto, y las figuras de algunos de sus hoteles más emblemáticos se recorta en el horizonte. El haz de luz de la pirámide del Luxor, o algunos de los edificios de New York, New York y Paris se vislumbran a kilómetros de distancia.

La entrada en la ciudad fue triunfal. Por la noche, con las luces de los casinos dándonos la bienvenida. El espectáculo es alucinante. Un castillo medieval (el excalibur), los edificios más emblemáticos de Nueva York, la Plaza de San Marcos en Venecia, las fuentes musicales del Bellagio, la carpa de Circus, Circus, el Caesar's Palace, los barcos piratas de Treasure Island o la imponente torre de Stratosphere, son sólo algunos de los casinos que pudimos observar en nuestro paseo por el Strip de noche.

Una vez llegamos al hostel, cenamos en un restaurante cercano y dimos un pequeño paseo hasta Stratosphere para ver el primero de los casinos. Cientos de máquinas tragaperras se alinean en una enorme planta con jugadores dispuestos a perder hasta la camisa. Pese a ser las dos de la mañana todavía había bastante ambiente de juego.


Pese a que algunas querían bajar hasta el Strip para ver más casinos, el cansancio del día en el Death Valley ha hecho mella y decidimos volver al hostel.

miércoles, 8 de abril de 2009

DÍA 4 - 6 DE ABRIL

Carretera y Manta

Poco a poco todos vamos cogiendo ya el ritmo del viaje que tiene pinta de resultar agotador. Con tan sólo 7 horas dormidas después de la gran caminata de ayer, ha llegado el momento de abandonar San Francisco y continuar nuestra ruta por la costa oeste. Próxima parada Yosemite National Park.

Hoy todos nos hemos levantado pronto, hemos desayunado y entre check-out, limpieza de habitación y demás hemos conseguido salir del hostel a las 9 de la mañana. Una excelente hora para llegar sobre las 12,30-13 a Yosemite, sin embargo el mapa, el GPS de Mabel y nuestra propia orientación ha provocado que durante algo más de media hora hayamos estado perdidos en dirección contraria.



Después de unos momentos de tensión provocados por esta pequeña pérdida, volvimos al buen camino. Y aquí nos encontramos son las 11,30 y estamos camino de Yosemite. Llegaremos a la hora de comer más o menos. Poco a poco el paisaje urbano y los enormes edificios dan paso a los pequeños pueblos y urbanizaciones, y más allá a los bosques de pinos de interminables dimensiones.


Naturaleza pura






El parque de Yosemite se caracteriza por las cascadas de agua que se generan en la época de deshielo (abril es muy buen mes para visitarlo), las paredes de roca verticales y sus osos negros en libertad que son muy fácilmente divisables. Entrar en él, como en el resto de parques naturales de Estados Unidos cuesta 20 dólares por coche, independientemente del número de personas que vayan. Alojarse dentro del parque es bastante complicado, pero hay varios campings para elegir siempre que hagamos la reserva con tiempo suficiente. Nosotros hace dos meses ya no encontramos ningún lugar donde alojarnos dentro del parque.





Cuando llegamos a Yosemite lo primero que nos llamó la atención fueron las distintas cascadas que caen con fuerza al río Merced, aquí se encuentra el décimo salto de agua más alto del mundo. Comimos en la orilla del río en un lugar especialmente habilitado para ello. En estos parques no se puede comer en cualquier lugar ya que te puedes ver asaltado por un oso. Los merenderos están especialmente acondicionados para que los olores no atraigan a estos animales. Las basuras se encuentran bajo tierra y tienen un pequeño cercado para evitar que los osos busquen en ellas su alimento. De ahí hicimos una pequeña ruta que nos llevó debajo de una cascada. Desde allí pudimos observar varios ciervos y ¡una cría de oso!. Por el parque también había cientos de ardillas grises.


Lagos y paredes verticales han sido el escenario que nos ha rodeado durante toda la tarde. El espectáculo merece la pena, pero eso sí, nos hemos quedado con las ganas de ver las secuoyas gigantes, ya que la carretera que llevaba hacia ellas y que también llevaba a Bishop, el lugar donde debíamos dormir, estaba cerrada en invierno.






Este hecho ha provocado que tengamos que dar la vuelta y hacer un recorrido de unas 5 horas más por carretera, bordeando los parques naturales en vez de cruzarlos. Menos mal que durante el viaje vamos animados con el CD que contiene 148 canciones (por el momento) de Olga que incluye grandes éxitos de ayer, hoy y siempre.


Además todo ello nos ha llevado a vivir una aventura más en suelo americano. Un Sheriff nos ha parado con sus luces de patrulla y linterna para alumbrar la parte trasera del coche. Todo muy americano. Al parecer Judith no había encendido las luces del coche nada más arrancar y le pidió de muy buenas maneras que las encendiera, que la carretera era muy oscura. Todo ello mientras Olga le decía que entendía sólo "un poquiro da espaniol" con perfecto acento inglés. Está claro que Olga debe ir a partir de ahora siempre en el asiento de copiloto para evitarnos sustos con futuras paradas policiales.


Después de varias horas conduciendo, pasando por Fresno y Bakersfield, decidimos buscar alojamiento cierta del desierto del Mojave. Y qué mejor para dormir que buscar un típico motel de carretera americano para pasar la noche. De esos de dos plantas donde al lado nuestro está el alcalde con una amante y un poco más allá dos amigas fugitivas de la ley. ¡Y lo encontramos! además con un nombre muy propio para nosotros que somos 6, el Motel 6. De estética típicamente americana y lo mejor, con precio muy muy contenido. La noche en una habitación doble con cama de matrimonio (es decir para hasta 4 personas) cuesta tan sólo 48 dólares, casi lo mismo que un Hostel si fuéramos dos por habitación. Hemos cogido dos habitaciones para tres y nos ha salido por 16 dólares la noche. Una pena que las camas no tuvieran vibración como hemos visto en los moteles de las películas.


Para acabar la noche, cenamos en un típico restaurante americano de carretera, de esos que te sirven más café cuando acabas. Allí Judith y yo probamos las hamburguesas (ejem, ejem) y el resto de las chicas una ensalada enorme. Su precio: unos 10 dólares por persona.






Al final, entre los kilómetros de más, la cena y el momento de actualización del blog, nos hemos acostado a las 2,15 de la mañana. Y a las 7 estaremos en pie. Nos encontramos en la puerta del desierto, el calor aumenta. Mañana visitaremos el valle de la muerte, el punto de la tierra más por debajo del nivel del mar y con mayor calor durante todo el año.

martes, 7 de abril de 2009

DIA 3 - 5 DE ABRIL

La vuelta a San Francisco en 12 horas

Hoy ha sido un día demoledor, pero aprovechado hasta el último minuto. Una vez despertados, duchados y desayunados, hemos salido a conocer la ciudad ayudados de un mapa que daban gratuitamente en el hostel. El desayuno no ha sido ninguna maravilla, un zumo, leche con café y algo de bollos, lo suficiente para coger el día con fuerza.


Del hostel fuimos andando hacia la zona de la ciudad donde se encuentran las casas victorianas, aquellas que popularizó la serie Padres Forzosos en la década pasada. No sólo están aquellas que aparecían en la portada de la famosa serie, hay muchas otras repartidas a lo largo del barrio y muchas de ellas merecen más la pena pese a no ser tan mediáticas. Lo que hace especial a las casas victorianas de Padres Forzosos es que están situadas enfrente de un bonito parque que permite observarlas con muy buena perspectiva.





Después de descansar unos minutos en el parque de enfrente, nos dirigimos hacia Golden Gate Park, un bonito y enorme parque con lagos, tiovivos y mucho, mucho cesped donde tumbarse. En el camino vimos desde los típicos mercadillos que hacen las familias en el porche de su casa para vender cosas antiguas que ya no usan hasta gente jugando al béisbol o haciendo deporte en el parque. La anécdota fue que sin quererlo acabamos dentro de una casa victoriana que pensamos que podía visitarse. Una vez en el primer piso nos encontramos con un hombre que trabajaba para la agencia inmobiliaria que vendía los apartamentos en esa casa. Vamos que hicimos un ayanamiento de morada en toda regla. Menos mal que el hombre se lo tomó con buen humor y hasta nos informó del precio de estos apartamentos de no más de 40 metros cuadrados (270000 euros).

En Golden Gate Park podemos disfrutar sobre todo de la vida de ocio americana. Picnics familiares, campos de béisbol, gente haciendo footing con carritos de bebé y supuestamente hasta coyotes. En el interior un auténtico jardín japonés con su correspondiente pagoda. Eso sí, para acceder a ella tendremos que pagar, así que la vimos desde el exterior.






De ahí cogimos un bus directamente para ir a Chinatown. En el bus lo más curioso es el respeto que tienen los americanos a ceder el asiento a aquella persona que lo necesite. En los primeros asientos cuando entra alguien mayor de edad o con muletas, es el propio conductor quien dice a la gente joven que se levante y deje sentarse a esta gente. Un ejemplo de civismo que nos hizo acabar a todos de pie hasta que llegamos al barrio chino. Allí, cientos de tiendas con productos de comida chinos, souvenirs a muy bajo precio de San Francisco (una camiseta puede costar unos 3 euros, así que resulta interesante a la hora de hacer las compras de regalos) y tiendas de electrónica, figuras y joyerías.


Comimos en Chinatown en un restaurante chino, como no podía ser de otro modo. El precio fue de unos veinte euros, eso sí la comida fue tan abundante que lo que sobró nos lo pudimos llevar para cenar por la noche. En Estados Unidos es bastante común llevarse la comida que no nos comemos en tupper. De Chinatown fuimos paseando por el barrio hippy hasta Lombard Street. Pero antes de eso tuvimos que parar en una zapatería para que MJ comprara unas plantillas para las botas que ya el día anterior le habían hecho daño. Pese a tener unos cómodos playeros con cámara de aire perfectos para andar, MJ prefirío ponerse un día más las botas ya que los playeros no le conjuntaban con el pantalón que llevaba. Antes muerta que sencilla. Eso sí, para no romper el ritmo del viaje lo dejó muy claro "yo sigo andando aunque tenga los pies sangrando, no os preocupéis".

Antes de llegar a Lombard Street paramos en un parque donde la gente estaba tomando el sol y jugando con sus perros y bailando el hula-hop. Allí estuvimos un buen rato tomando el café y disfrutando del buen tiempo que está haciendo estos días en San Francisco. En definitiva tomando fuerzas para subir una de las cuestas con mayor inclinación de la ciudad, la de Lombard Street. Esta calle es famosa por ser la que más curvas tiene del mundo, un icono de la ciudad sin duda. Por ella bajan serpenteando cientos de coches cada día mientras turistas y peatones subimos por las escaleras laterales. Desde aquí algunas vistas increíbles tanto del Skyline de la ciudad como de la bahía con la cárcel de Alcatraz al fondo.




Y por fin apareció...

De ahí bajamos de nuevo hacia el puerto y por fin conseguimos ver al eterno escondido de este viaje, el puente Golden Gate, tal vez el puente más famoso del mundo, que recibe su nombre del puente que en Turquía une Europa y Asia. Un puente colgante rojo cuyo mayor valor son las increíbles vistas que se ven tanto desde él como de los miradores que se encuentran en sus laterales. Nuestro objetivo era volver al hostel, coger el coche y llegar al Golden Gate al atardecer. Cogimos el bus en la bahía (1,5 dólares) y nos dirigimos raudos a por el coche.

Llegamos justo en el momento del atardecer. El puente Golden Gate es uno de los peajes de la ciudad y cuesta seis dólares. Se puede cruzar andando, pero cabe recordar que su longitud total es de 1,6 kilómetros. Al otro lado una increíble vista de la bahía con San Francisco al fondo. Esperamos allí a que se hiciera de noche para poder fotografiar la ciudad con las luces de sus rascacielos encendidos. Sin duda, una despedida de la ciudad en toda regla.

Con la imagen del Golden Gate en nuestras retinas pensamos en que era un buen momento para ir a la esquina más gay de Estados Unidos situada en el barrio de Castro. Un lugar mítico cuna del movimiento gay y donde el famoso activista Harvey Milk (ahora famoso por la película que lleva su apellido por título) es el protagonista tanto de bares como plazas. Allí se encuentra el famoso teatro Castro con proyecciones de películas tan gays como Mamma Mia o la propia Milk. Allí nos encontramos con una mujer de los pies a la cabeza, un divertido drag queen que se dejó fotografiar y habló con nosotros durante un buen rato. Entramos en un animado bar gay donde echamos unos bailes y comprobamos lo barato de los precios del alcohol en este país. Una corona cuesta entre 4 y 5 dólares y una copa normal no pasa de los 5 dólares. Además en este bar si te confesabas ante todo el bar conseguías grandes descuentos en copas y chupitos gratuitos. Un buen reclamo para atraer tanto a la clientela gay como a los turistas ratas como nosotros.




De aquí nos fuimos al hostel donde poco más hicimos. Eso sí, descubrimos que los gintonic activan totalmente a MJ ya que con tan sólo dos que se pidió no quería volver a dormir al hostel, sólo buscaba quedarse de fiesta un rato más. Casi tuvimos que arrastrarla a la cama. Eran las 23 de la noche y al día siguiente tenemos que estar despiertos a las 7 de la mañana para salir cuanto antes hacia Yosemite National Park, un increíble parque con enormes cascadas y paredes de piedra verticales que promete ser espectacular. Siempre quedan muchas cosas que ver en una ciudad, y por suerte el último día también lo pasaremos aquí, pero también es cierto que para estar sólo 48 horas en San Francisco hemos aprovechado muy bien el tiempo.